Cinco mujeres, una casa, un poeta. Exposición Online
Presentación
La penumbra que asoma al exterior por entre las cancelas torcidas apenas diferencia esta casa de otras del barrio con sus puntales exagerados y la indiscreta alineación de habitaciones y puertas. Cuando penetra la mirada, van descubriéndose vestigios de singulares presencias-ausencias. Viejas fotografías, cuadros con figuras distorsionadas, objetos agrupados en asociaciones imposibles. Casi se percibe el humo del tabaco de su principal propietario, un poeta tan bizarro como el hogar que habita. Perseguidor de imágenes trascendentes, peregrino incansable de la ubicuidad buscando escapatorias para el tiempo, el júbilo truncado, la soledad, el tedio y la frustración; pero viajero que siempre regresa a su Isla con el utópico afán de salvarla de una causalidad adversa.
En la casa también se sienten otras presencias: mujeres que se deslizan breves entre las penumbras, abren las ventanas, sostienen la taza del café, traen la pluma al poeta, le transcriben con sus artes de taquimecas aprendidas en las escuelas donde enseñan cómo orbitar “adecuadamente” el mundo de los hombres. Estas mujeres, como tantas, no aparecen en las historiografías; agarran algo más que los platos, sostienen un destino que saben sobresaliente, que desborda sus vidas de las sombras húmedas, que les permitirá escurrirse a través de los barrotes para llegar a la plenitud violeta más allá de los arrecifes cortantes y habitar otro espacio de luz y libertad.
Fotografías
Las imágenes presentadas se agrupan en tres periodos. Los dos primeros reflejan la presencia de la familia Lezama Lima desde que comienzan a vivir en el edificio Trocadero 162 (inmediatamente después de su terminación constructiva) hasta la muerte de María Luisa Bautista, viuda de Lezama, último propietario natural. El tercer periodo recoge imágenes del tránsito institucional del inmueble desde el cambio de titularidad al estado hasta la creación de la Biblioteca José Lezama Lima y finalmente la fundación de la Casa Museo homónima.
Las imágenes fueron tomadas por Julio Berenstein, Chinolope, Iván Cañas, Paolo Gasparini y otros fotógrafos no identificados.
1929-1964: Rosa Lima Rosado, José Lezama Lima, Eloísa Lezama Lima y Baldomera Mazo Antón (española de origen rural que entró al servicio de la familia en torno a 1910) comienzan a vivir en el apartamento de bajos del edificio Trocadero 162. José Lezama Lima cursa la carrera de derecho en la Universidad de La Habana (1929-1938). Inicia su actividad intelectual literaria que lo lleva a publica varios libros de poemas, ensayos y a coordinar y dirigir la publicación de la revista Orígenes, (1944-1956). Las hermanas migran a los Estados Unidos (1961). Muere Rosa Lima (1964). Lezama contrae matrimonio con María Luisa Bautista Treviño.
La madre
Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracia
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca madura como un diente de niño,
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de la gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible
y risible parlante.
Recorría los filos de la puerta,
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más,
con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta,
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltados por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.
Mayo y 1971
(Del poemario Fragmentos a su imán)
Eloísa Lezama Lima
Una sonrisa que no termina.
Una sonrisa que sabe terminar admirablemente.
La sonrisa se agranda como la noche
y los ojos se reducen a una pequeña piedra
escondida. Calidad de un mineral
que se guarda en un paño de aceite
milenario: Saber reírse y dar la mano.
Las pausas y los hallazgos de la risa
transcurren con la sencillez de una silla pompeyana.
La mano ofrece la brevedad del rocío
y el rocío queda como la arena tibia del recuerdo.
Ofrecerá así siempre la sencillez compleja de la risa
y el acuoso laberinto de su mano en el sueño.
(Del poemario Fragmentos a su imán)
1964-1981: Lezama y María Luisa se mantienen unidos hasta 1976. José Lezama Lima profundiza su actividad intelectual desde la madurez literaria. Publica la novela Paradiso (1966) y otros textos. Muere a los 65 años (1976). Cinco años después de la muerte de su esposo fallece María Luisa Bautista.
Mi esposa María Luisa
En la azotea conversable,
con riesgo de tu vida,
lees la Biblia.
Era toda su casa
que ahora tropieza con el humo.
Lees la Biblia
donde una hoja
traspasa el agua
y las generaciones.
Lees con temblor,
recordando los hermanos
muertos, el Salmo 23.
Tu madre se lo leía
al hijo que se va a morir.
La hija se lo lee
a la madre a la hora
de la paz de Dios.
Eres la hermana que se fue,
la madre que se durmió
en una nube frente a la ventana.
Las cuatro, a mi lado,
me levantan todos los días
para fortalecer la mañana
y comenzar el hilo de la imagen.
Lenta, con dignidad silenciosa,
rompes la silla de los escarnecedores.
Cuando sacudes las almohadas
llenas de plumas de ángeles,
recuerdo en lontananza y repito
con precisión: en delicados
pastos me hará yacer.
Cuando la muerte sopla la puerta
de entrada, en la muralla momentánea,
traes la vara y el cayado.
Así mido la nueva extensión,
allí hay que caminar como un ciego.
Con el cayado sorprendo
la altura de la marea desconocida
y palpo la esponja de entresueño
para volver a la tierra.
Contigo la muerte fue anterior
y efímera y la vida prevalece
por amor de su nombre.
Enero y 1972
(Del poemario Fragmentos a su imán)
La mujer y la casa
Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flambollán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.
Febrero y 1976
(Del poemario Fragmentos a su imán)
1981-1994: La casa pasa a titularidad del estado. Se funda la Biblioteca José Lezama Lima, sucursal de la Biblioteca Municipal de Centro Habana (1983-1989). Se funda la Casa Museo José Lezama Lima (1994).
CRÉDITOS
Curaduría: Israel Díaz Mantilla, Isis Leyva Acosta.
Investigación literaria, corrección de estilo y edición: Isis Leyva Acosta.
Diseño y concepto infoeducomunicativo: Vladimir Hernández Hernández.
Producción: Vladimir Hernández Hernández, Yasmina Dolz Domínguez.
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