Juan Roberto Diago Querol en la perdurable visualidad lezamiana.

Centenario de Roberto Diago Querol (1930- 1935)

Juan Roberto Diago Querol en la perdurable visualidad lezamiana.

 
Cuando se toma la excelente decisión de visitar la Casa Museo José Lezama Lima al traspasar el umbral de la casa no 162 de la calle Trocadero, además de penetrar en el espacio que fuera el hogar de uno de los creadores imprescindibles de la cultura cubana de todos los tiempos, se llega igualmente a uno de los espacios expositivos habaneros donde irradia absoluta vigencia.
Allí es posible apreciar obras de artistas visuales que fueron, junto a Lezama protagonistas de su tiempo con los que el poeta compartió horas de su fecunda existencia tejiendo sueños, degustando los placeres de la cocina cubana, realizando proyectos, y porque no también reeditando lo que creían irrevocable para lograr el éxito ante los muros de las incomprensiones nacidas de la inopia. En el campo visual que se proyecta en las paredes de la casa justo en el lugar donde nacieron sus poemas, sus novelas, sus ensayos se encuentra una obra de Roberto Diago.
Juan Roberto Diago Querol nació en La Habana en 1920 y en 1955 se encontraba en Madrid dedicado al estudio del arte occidental e inmerso en la realización de su obra abstracta cuando la muerte lo sorprende prematuramente, en condiciones terribles, aún hoy inexplicables.
Como si presintiera su breve presencia física en solo 14 años se manifestó múltiple e inclusivo, legó al arte cubano producciones diversas en el dibujo, la pintura, la ilustración, el grabado (fundamentalmente la xilografía), el diseño escénico (luces, vestuario, escenografía) para obras de teatro y para el ballet. No privilegió temática alguna en su quehacer prolifero. Los trazos de la figuración diaguina quedaron en naturalezas muertas, retratos y pintura histórica. Su pintura religiosa trató tanto los temas cristianos como las religiones cubanas de matriz africana.
Diago en igual tiempo que descubría, experimentaba y se acercaba a un hacer propio en el arte, se desempeñaba como docente en la Escuela Provincial de Artes “Tarascó” en la ciudad de Matanzas (1945- 1955). Esta ciudad hoy lo recuerda y considera entre los creadores que marcaron pautas en la enseñanza de las artes visuales en el ámbito yumurino.
Fue considerado uno de los pintores del grupo Orígenes, aquellos cuya producción  junto a los escritores y los músicos vinculados a este, Lezama Lima (1910-1976) denominó estado poético. Las trazas de Diago en las producciones de Orígenes quedaron en la revista del grupo donde hizo dibujos interiores en el no. 2, verano del 44, pp. 24-25, en el no.11, otoño de 1946, p.24. Elaboró las cubiertas del no. 9, primavera de 1946, y en la del no. 23, otoño de 1949. Además de ilustrarle libros a dos origenistas Desde mi provincia (1945) a Cintio Vitier (1921-2009) y Divertimentos (1946) a Eliseo Diego (1920- 1994).
En el contexto habanero compartió nóminas en las exposiciones colectivas realizadas en la década del 40 y el primer lustro de los 50. El 12 de noviembre de 1948 inaugura su tercera muestra personal, Diago: Variaciones sobre imágenes conocidas en el Lyceum Lawn Tennis Club. Lezama escribió y pronunció las palabras inaugurales, las tituló “En una exposición de Roberto Diago”. En aquella disertación enuncia con nitidez la estrategia creativa diseñada por el joven Diago y lo presenta como: “… el aparecido que empuja cuando las visibilidades o eminencias se redondean y afincan, y al cual reconocemos como una modulación que envuelve para extraer, decidiéndose a ocupar role de atmósfera fija y vibrante…”
El texto fue publicado años más tarde en 1955 en No, 39 de la Revista en Orígenes; en 1961 en el No. 27 de Lunes de Revolución dedicado a Diago Querol en el sexto aniversario de su fallecimiento. Es uno de los ensayos críticos que se compilan en Tratados en La Habana editado por la Universidad de las Villas en 1958 y por la Editorial Letras Cubanas en 2009.
 

 
Roberto Diago: San Sebastián, 1947. Tinta y lápiz sobre cartulina. 37x29 cm.

Entre las 14 obras que conformaron la exposición estaba San Sebastián, tinta y lápiz sobre cartulina, 37 x 29 cm de 1947, obra que pasó a ser propiedad de Lezama después de ser expuesta. Permaneció con él hasta el minuto final, luego de seguir la ruta histórica de las pertenencias de este artista, es hoy una de las obras que el museo atesora y expone de forma permanente en el sitio de siempre gracias a la cordura de la museología y la museografía del lugar.
San Sebastián es venerado tanto en la iglesia católica como en la ortodoxa. Los católicos lo consideran un santo mártir, que perdió la vida por su fidelidad a Cristo. Es el patrono de los soldados, los atletas, las flechas y las plagas. La representación de este santo ha sido recurrente en la historia del arte. Se suele captar el instante en que es saeteado. En las dos versiones que realizara Diago Querol las flechas se aprecian como si fueran partes constitutivas del cuerpo joven del santo mártir. La imagen trueca el sufrimiento en confirmación del orgullo y la aceptación del castigo en lealtad a los valores que se defienden.
Contextualizando la enseñanza después de tantos siglos de ponerse fin a la persecución cristiana, el asecho tomó otros derroteros. Las flechas ahora son símbolo de rebeldía ante la imposición de códigos retrógrados e hipócritas.
En este año del centenario de Juan Robeto Diago Querol. Cualquier recordación posible se convierte en un acto de justicia para contribuir a redimensionar la figura, la obra y el legado de este artista. Haciendo saber que su nombre resulta igualmente necesario que otros nombres en el discurso del arte cubano donde su presencia ha estado por años casi ausente. El poeta apuntaba en las palabras dedicadas al pintor: “… el bosque no es tan sólo lo que no se ve, sino lo que no existe: un encantamiento…” y Diago está presente en la floresta visual del encantamiento de la casa museo. Es parte de esa visualidad que Lezama amo tanto como amo la poesía.
                                                                              Ercilia Argüelles Miret
                                                                     Marianao, 1 de noviembre de 2020

MsC. Ercilia Argüelles Miret. Licenciada y Máster de   Historia del Arte (1986, 2002) Máster en Ciencias de las Religiones (2017). Profesora Auxiliar de Religiones en Cuba Saberes y Contextos. Directora Docente Metodológica de la Universidad de las Artes. Colaboradora del Equipo de Religión del Instituto Cubano de Antropología. Miembro de la Unión Nacional de Artistas y Escritores de Cuba.
 

 1.    Capote, Leonel (1994). “José Lezama Lima y la pintura cubana”. En: La visualidad infinita p. 29
    2.    Lezama, Lima. (2009). “En una exposición de Roberto Diago”. En: Tratados en La Habana. p. 322
    3.    Se conserva en una colección privada en Miami la versión hecha de acuarela, tinta sobre cartulina, 34.3x 25.7 cm.
    4.    Lezama, Lima. (2009). “En una exposición de Roberto Diago”. En: Tratados en La Habana. p. 318

 

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