En el centenario de Cintio Vitier

En el centenario de Cintio Vitier



Nunca pasamos un mes sin visitarlo, y cuando no podíamos ir lo llamábamos por teléfono. Siempre nos recibía, después de ser anunciados por doña Rosa o por Baldomera (“el mastín de Castilla”, que lo acompañaba como desde otro tiempo, desde una especie de eternidad), en un cuartico húmedo y oscuro como toda la casa, para llegar al cual había que atravesar la pequeña sala llena de muebles inmensos y presidida por el retrato del Coronel, la saleta con el cuadro Los novios de Arístides Fernández, y el patiezuelo que siempre, a toda hora, me parecía un pozo de aire azuloso, lunar. En aquel cuartico, atestado de libros, cuadros, estatuillas, cajas de tabacos repletas de cartas, pomitos e inhaladores de Dyspné-Inhal, siempre me atraían el grabado de Góngora, señorial y ceñudo, el retrato de Mallarmé como derrumbándose infinitamente junto con la ceniza de su cigarrillo, la sobrecogedora mascarilla de Pascal y una máquina de escribir antediluviana, que no podía imaginarme funcionando. Lezama leía y escribía allí, sentado en su sillón oscuro, al que colocaba una tablita sobre los brazos para escribir. Curiosamente, cuando pasó a ser un “hombre casado”, después de la muerte de su madre, ya no se nos recibió más en aquel cuartico interior, sino en la sala donde el retrato de doña Rosa vino a dialogar con el del Coronel, y entre los dos el aireado óleo que Arche le hizo al poeta, que nos lo mostraba en tonos claros, lisamente magisterial en su reino habanero, despojado de su cuarta dimensión. Pero esa cuarta dimensión la teníamos delante en toda su carnalidad, corpulencia y misterio, respirando trabajosamente, aspirando calmosamente su tabaco, despidiendo de sí una gran tristeza o una poderosa alegría inmotivada.
Cintio Vitier y Fina García Marruz. La amistad tranquila y alegre, un eco de mucho júbilo (fragmento). En: Carlos Espinosa. Cercanía de Lezama Lima. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1986.                                   
Colección Fondo Lezama, Salas cubanas, Biblioteca Nacional de Cuba José Martí

Recuerdo para Lezama de mis hijos tocando el son
Mis hijos son!
El son arrecia!
Zumba el floreo!
Voltaje de alas!
Piña de Juno!
La nata gime!
Ora el espejo!
Fríe  la Gracia!
Mis hijos tocan
piano de gallo fino!
Son!
                                  
Dedicatoria de Cintio Vitier para el álbum de autógrafos de José Lezama Lima titulado por este último como Libro de amigos, iniciado en 1965. 

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